Los grandes quieren startups
🦁 Funds&Rounds | El corporate venture capital deja de ser tendencia para convertirse en estrategia. Las grandes empresas compran innovación para no quedarse atrás.
Hey, ho! En el nuevo mapa de la innovación, las grandes empresas han dejado de mirar a las startups con curiosidad para hacerlo con interés estratégico.
Ya no se trata de patrocinar talento joven, sino de invertir directamente en él. Si no puedes innovar a la velocidad de una startup, lo más inteligente es invertir en una.
El corporate venture capital (CVC) se ha convertido en el camino más corto entre las ideas y la transformación. Según 7r Ventures, el 55% de las grandes empresas españolas ya tiene su propio programa de inversión en startups, aunque todavía lejos del 90% de las grandes firmas globales.
España llega más tarde, pero llega fuerte. El objetivo es claro: innovar sin poner en riesgo toda la estructura, diversificar y mantener el radar tecnológico activo en un entorno donde la disrupción ya no avisa antes de llegar.
El movimiento lo lideran los gigantes de la energía.
Iberdrola abrió la puerta en 2008 con PERSEO, que ha invertido más de 125 millones en proyectos de electrificación y descarbonización. Repsol le siguió con Deep Tech Fund y Net Zero Tech Ventures, impulsando tecnologías para reducir emisiones y mejorar la eficiencia. Invertir en startups ya no es solo una apuesta de rentabilidad: también es una herramienta de sostenibilidad corporativa.
El sector financiero entendió el mensaje rápido. Santander duplicó Mouro Capital hasta los 400 millones de dólares, y BBVA lanzó Spark, con 250 millones destinados a impulsar fintechs y compañías tecnológicas en Europa y América.
Telefónica, con Wayra, sigue siendo el caso más sólido del Ibex. Más de 1.100 startups impulsadas, 233 millones invertidos y más de 520 millones en negocio generado para la compañía. No se trata solo de financiar, sino de integrar: que las startups crezcan con Telefónica, no gracias a Telefónica.
La nueva ola llega desde la industria. Fluidra Ventures acaba de crear un fondo de 20 millones para invertir en IoT, robótica y sostenibilidad en el ámbito de las piscinas y el bienestar. Es la prueba de que el CVC no pertenece solo a las tecnológicas o los bancos, sino también a empresas industriales que quieren innovar sin depender de terceros.
El modelo ya deja historias de éxito. Wallbox, apoyada por Iberdrola en sus primeras etapas, cotiza hoy en la Bolsa de Nueva York. En el plano internacional, Google Ventures cambió las reglas del juego cuando invirtió 258 millones de dólares en Uber: la operación más rentable de la década.
El CVC español entra ahora en fase de madurez. Los fondos se profesionalizan, buscan métricas de negocio y miden resultados en pilotos activos y proyectos conjuntos. Todavía hay margen de crecimiento —solo el 42% de los fondos españoles supera las 10 participadas—, pero el rumbo está trazado.
En un mercado que se mueve a velocidad de algoritmo, innovar ya no es opcional. Las empresas que no inviertan en el futuro terminarán comprándoselo… y más caro.